Una busqueda ideal para tus Tareas de Derecho


subir imagenes

jueves, 19 de febrero de 2009

¿No sabe el Presidente?



Pedro Peñaloza

"Más libros, más libres"

Enrique Tierno Galván
El ciudadano presidente, Felipe Calderón Hinojosa, titular del Ejecutivo federal, depositario de múltiples metapoderes, experimentado legislador, probado dirigente partidario, nos acaba de brindar una declaración. Por un lado, decepcionante, por la responsabilidad política que ostenta, y por otro, ilustrativa de la percepción y conocimiento de la realidad que posee el grupo gobernante.

Analicémosla: "Habría que preguntarse cómo es posible que hayamos, como pueblo, sido capaces de tolerar que semejante barbarie penetrara en la sociedad mexicana, que se asentara en nuestras calles, que penetrara a nuestra autoridades" (http://www.presidencia.gob.mx/prensa/presidencia) ¡Uff! Hasta aquí la declaración dominical del licenciado Calderón.

Es altamente preocupante que desde Los Pinos se manden semejantes mensajes. ¿No se entiende cómo hemos llegado al proceso de polarización social y descomposición delincuencial que se vive en el país? Si no se entiende esto, estamos en presencia de la confirmación de que el actual grupo gobernante arribó al poder sin ninguna claridad profesional, y menos con un proyecto de gobierno integral e integrador.

Con esta frase, el presidente ha puesto en el centro de la agenda nacional la confesión pública, no pedida, pero sí muy agradecible, de que frente a la triple crisis (económica, social y de seguridad pública) que vive el país, el bloque gobernante no sabe qué hacer. Éste es en términos netos y concretos el trasfondo de su discurso en Acapulco.

Estimado lector (a), me habrá de perdonar, pero nos negamos a sólo evidenciar la ausencia de conocimientos de Calderón, sin hacerle ver que lo que dijo es demasiado grave. Y como desde este espacio deseamos ser propositivos, nos permitimos recomendarle al ciudadano presidente, ya que sus asesores no le han servido de mucho para el estudio histórico y longitudinal de lo que significa la fractura del tejido social, que se dé tiempo para leer un libro elemental (sólo uno, más sería un abuso imperdonable): "Las reglas del método sociológico", de Emilio Durkheim, con el que podrá entender, aunque sea inicialmente, la teoría del hecho social y, en consecuencia, intentar explicar el comportamiento multidimensional del individuo en sociedad.

Claro, hay muchísima literatura y datos duros que podrían contribuir a dar luz a esta duda pública del presidente, por ejemplo, la CEPAL, el PNUD y el Latinobarómetro han publicado estudios sobre México, en los que abordan la evolución de la cohesión social, el sentido de pertenencia, la fractura social y la génesis de la violencia múltiple en la familia, la escuela y las comunidades. Por supuesto, esto deberían examinarlo los muy bien pagados asesores de la casa presidencial. Ojalá tomen en cuenta estas republicanas sugerencias y con ello nos eviten a seguir pensando que el grupo gobernante no sabe conducir al país. Con lo que hace basta.

Quizá porque el presidente Calderón planteó abiertamente una duda nuclear, la secretaria de Relaciones Exteriores, Patricia Espinosa, decidió también socializar su ausencia de conocimientos. Plantear como lo enfatizó la funcionaria que la violencia preocupante está concentrada sólo en tres estados representa una imperdonable y desesperada postura.

Como un símbolo cruel a esta visión reduccionista, en las últimas horas se han dado diversas muestras de confrontación violenta entre las fuerzas públicas y la delincuencia organizada en algunas entidades del país, son un mentís a la encargada de la política exterior.

Seguramente, la bien intencionada secretaria no fue debidamente informada por la SSPF que, de acuerdo con sus análisis, (ya publicados) hay grave riesgo y penetración en más de la mitad de los municipios del país, y por si fuera poco este dato, el reporte oficial del IFE señala que al menos en 14 entidades se concentran las zonas más inseguras para el desarrollo pacífico del proceso electoral. Como se ve la desinformación, por llamarle de alguna manera, es la característica distintiva del gobierno calderonista. Un verdadero queso gruyere.

Algo más. El Gobierno del DF, con todo su sello de izquierda, realiza prácticas antigarantistas. ¿Qué es eso de detener por actitud sospechosa? ¿Cuál es la diferencia de esta práctica con los retenes del Gobierno federal?

pedropenaloza@yahoo.com

Spots y radiodifusoras culturales

Por Edgar Aguilar *

El tema electoral en la programación de televisión y radio ha sobrepasado los cauces de la información cotidiana en algunos medios. Nos referimos a los llamados spots publicitarios con que el Instituto Federal Electoral (IFE) nos ha inundado desde hace ya varios días. La transmisión de dichos spots obedece a una aparente causa más equitativa: distribuir la propaganda electoral en los distintos espacios televisivos y radiofónicos (públicos y privados) a contrapelo de mermar supuestamente el duopolio que hasta hace poco abarcaban las dos grandes y únicas televisoras en México.

Es interesante ver cómo se ha manejado todo este asunto en distintos sectores políticos y de comunicación. Pero en realidad esto no es lo que verdaderamente importa, sino el enfoque social (aun psíquico) que le otorguemos. Porque no es tanto el hecho aislado de interrumpir la programación habitual para cederle el lugar a un spot informativo, que de informativo no tiene nada y sí mucho de maniqueo, sino la intromisión abierta que se hace a nuestro espacio privado, íntimo, que nosotros, al prender el televisor o al encender la radio, hacemos nuestro cada día.

Aquí es donde entran en juego las radios culturales y universitarias. Específicamente ellas. Hay un criterio más del máximo órgano electoral respecto a sus spots que no debemos soslayar: crecer, según éste, en la democracia. El IFE entiende entonces que la democracia consiste en ello, en una invasión, disfrazada de información, y que aquella se mide restringiendo nuestro criterio más elemental en cuanto a lo que queremos (y lo que no queremos) escuchar como ciudadanos libres. La imposición no es propiamente un valor democrático.

Las radios culturales y universitarias habrían de hacer algo. Ellas, pues más allá de ser interrumpida una sinfonía o un concierto por un spot, son las mentoras de algunas de las expresiones más libres, críticas y creativas, a través de su programación cultural y artística, de la conciencia pública. Las radios culturales y universitarias, claro está, no se enriquecen ni por su programación habitual, ni mucho menos por transmitir los spots del IFE, lo que sí sucede y seguirá sucediendo (pero que nos aseguran ya no sucederá) con las grandes televisoras y otras cadenas de radio comerciales.

Señalar lo abominable y superficial en el tono dulzón de los spots es gastar tinta y espacio. Detenerse en la mediocridad y el patetismo de los partidos políticos y del propio IFE en esta serie de spots es perder energía. Habría de preguntarse mejor qué han hecho las autoridades culturales y universitarias para contrarrestar esta disposición del IFE. Sorprende, por otra parte, la capacidad del máximo órgano electoral para imponer sus anatemas electorales, cual si fueran decretos basados en lo más normativo y sustancioso de nuestras leyes.

Tenemos ya un ejemplo (entre otros, cabe suponer) loable de inconformidad, de desacuerdo con esta superchería de democracia, en Radio Educación (que habrían querido que se llamase Radio Spot), una radio de gobierno, pero en manos de gente más pensante y decidida. Al negarse a transmitir buena parte de los spots tal como el IFE lo estipulaba, ha sido amenazada con recibir severas sanciones. Y estas sanciones pueden ser de toda clase, desde económicas hasta laborales. Y las amenazas no han venido precisamente de un ministerio de justicia, o de la Suprema Corte, o de algún otro tipo de autoridad, sino del mismísimo IFE, que ahora toma visos de policía.

Qué hacen o qué han hecho las demás radiodifusoras culturales y universitarias es más que evidente: bajar la cabeza y doblar las orejas. Decir “así está la cosa, así nos lo ordenan y ni modo”. No se han tomado la molestia siquiera de protestar. ¿Qué harán en lo futuro los directivos, los rectores de las universidades públicas que resguardan bajo su techo una radiodifusora cultural, que es una de las cosas más valiosas e intocables en estos tiempos terribles, para mostrar su desacuerdo, si es que lo hay, en sucesivos periodos electorales?

Habrían de hacer algo más. Quizás organizarse y defender su espacio público, que es el nuestro también.

* (1977) Escritor y colaborador de Cultura de VeracruZ

miércoles, 4 de febrero de 2009

LA LEGISLACIÓN CADUCARIA DEL DERECHO ROMANO



En tiempo de Augusto, al comienzo de la era cristiana y durante la pri-mera generación del Imperio romano, la elite responsable alrededor del emperador empezó a inquietarse por el descenso de la curva poblacionista, cuando menos en ciertas regiones importantes del joven Imperio y en el ambiente de los “verdaderos romanos”
Resultaba que muchos ciudadanos del rancio abolengo italiano se negaban a casarse, y muchos casados no podían o no querían tener hijos. Sin embargo, el ejército necesitaba soldados, la economía necesitaba brazos, las viejas virtudes itálicas necesitaban resonancia en nutridas familias en las que las tradiciones fueran cultivadas cariñosamente, y como el norte de Europa —tierras célticas y germánicas— tuvo un importante excedente de nacimientos, observadores inteligentes comprendieron que, con el tiempo, la frontera del Imperio con la Europa de los “ bárbaros” se volvería porosa, y que el Imperio, en vez de afirmar las antiguas calidades morales que como buenas hadas habían circundado su cuna, se germani-zaría3 (algo que, efectivamente, sucedería desde fines del siglo IV).
Augusto (que no daba un “augusto” ejemplo en materia procreativa, ya que no tuvo más que una hija) inspiró una Ley Papia Poppaea (con los apellidos de los dos cónsules de aquel año 9 d. C. —ambos solteros y carentes de hijos—). Era una típica ley de “caramelos y latigazos”, con premios para familias de muchos hijos y sanciones en cuanto a nom-bramientos oficiales y derechos sucesorios, en prejuicio de solteros em-pedernidos y ciudadanos casados pero sin hijos —los “ orbi” —.
Además, esta ley prohibió los matrimonios de romanos que habían nacido libres con prostitutas, mujeres del teatro y personas de algunas otras categorías consideradas como éticamente sospechosas. En unión con dos leyes anteriores, de 18 a. C., o sea la Ley Iulia de Maritandis Ordinubis y la Lex Iulia de Adulteriis, esta Lex Papia Poppaea formó el armazón de una legislación poblacionista4 que, mediante suce-sivos parches a través de los siguientes siglos, emprendería una lucha (de antemano perdida), en pro de una regeneración cuantitativa de las familias que podían considerarse como “auténticamente romanas” . Para poder escaparse a las sanciones establecidas en esta legislación, la mujer que llegara a los veinte años, y el hombre llegando a los veinticinco debía tener ya cuando menos un hijo legítimo. Esta legislación, entre sus diversos aspectos, implicaba cierta presión para que viudas que tuvieran todavía capacidad de procreación,5 y viudos sexualmente todavía activos6 volvieran a casarse después de un tiempo razonable de luto. Para el viudo, no encontramos un plazo mínimo o máximo para tal luto: quizá la costumbre social, o el arbitrio del censor determinaba esta cuestión, pero es posible que haya existido una norma legislada al respecto, que no nos ha llegado (para una colección de las normas legislativas que nos han llegado de aquellos siglos cabría el título de “Lo que el viento no se ha llevado” ). Sin embargo, para la viuda encontramos un plazo mínimo de trescientos días, con el fin de evitar toda duda en cuanto a la paternidad del próximo hijo).7
Una mujer enviudada o divorciada que todavía estuviera en la fase de la posible procreación también debía observar un término máximo para sus “vacaciones matrimoniales”, que desde la Ley Papia Poppaea era de dos años para la viuda, y de dieciocho meses, para la divorciada. Los textos que tenemos a disposición no ofrecen datos concretos sobre el tér-mino dentro del cual el viudo o el divorciado debía contraer su siguiente matrimonio, si quería evitar el impacto de las sanciones (que se referían sobre todo a la materia sucesoria y a aspectos del acceso a funciones oficiales).
Estas reglas sobre la obligatoriedad de siguientes matrimonios fueron suavizadas, por ejemplo, el hecho de que un hombre ya hubiera dado tres hijos a la patria (o cuatro, si se trataba de un liberto) o que una mujer ya hubiera parido tres veces (cuatro veces, si era una libertad) eximía al viudo o a la viuda de este deber de lanzarse a nuevas aventuras matrimoniales
Esta legislación “caducaria” estuvo en vigor durante unos tres siglos, produciendo, según rumores de aquella época, matrimonios blancos y embarazos ficticios seguidos de alumbramientos fingidos, pero ningún levantamiento de la curva de la población del Imperio:8 seguían formándose regiones vacías, abandonadas, dentro del territorio imperial.

Descarga Libros de Derecho Cortesía del Staff